El esquema tipológico resulta sencillo, manteniéndose fiel a las fórmulas más al uso de la época. Configurado por un único cuerpo y calle central dominante, se articula con sendas columnas de orden compuesto, con el tercio inferior del fuste ornamentado con relieves escultóricos que alternan motivos vegetales de gran carnosidad con cabezas de angelitos, elementos que se extienden así mismo por otros lugares del retablo. Los dos tercios restantes de sus fustes están estriados. El espacio limitado por ambas columnas acogería originalmente una pintura o escultura que daría nombre al retablo, y que hasta el momento de su restauración para la presente muestra estaba ocupado por un moderno edículo, felizmente eliminado, que albergaba una imagen de Jesús Nazareno. En el entablamento, de líneas rectas y con una saliente cornisa, la representación escultórica anima y revaloriza la parte arquitectónica, incorporando hojarasca, florones y cabezas infantiles, todo ello dorado y policromado. La atención del remate se concentra en un cuadro de formato vertical, flanqueado por sendas pilastras y grandes cartelas de relieve plano, que culmina en un fron tó curvo interrumpido en su parte central pala dejar visible un jarrón o pebetero.
Cuestión importante seria la de poder conocer la autoría del maestro o maestros que pudieron intervenir en su realización, algo que hasta hoy permanece irresuelto por la carencia documental de estos años existente en los archivos locales, especialmente en lo que se refiere a los libros de fábrica del propio templo. El problema se acentúa si tenemos en cuenta que la nómina de escultores, ensambladores y retablistas que ejercen su oficio en Alicante por estos años es prácticamente desconocida. En la cercana Murcia, aunque no originario de ésta, la figura más importante es, sin duda, la de Juan Sánchez Cordobés, muerto en 1653. En años posteriores a la realización del retablo alicantino sí resultan familiares los nombres de José Villanueva y Antonio Caro “El Viejo”. Acaso pudiera tratarse de un trabajo de juventud de uno de ellos.
En origen, esta capilla estuvo bajo la advocación del martirio de san Bartolomé a través de un gran lienzo que ocupaba la parte central del retablo, hoy desaparecido. Este lienzo, estaba acompañado a su vez por dos pinturas dedicadas a la última cena y al lavatorio de san Pedro de las que se desconoce igualmente su paradero.
La estructura del retablo es sencilla, estando formada por un solo cuerpo, flanqueado por dos columnas de orden compuesto y fuste estriado que presentan en el tercio inferior una decoración formada por elementos vegetales, roleos y cabezas de querubines, que igualmente se distribuyen por otras superficies del retablo. Todo el conjunto está rematado por una pintura de Cristo crucificado, datado como el resto de la obra en el siglo XVII. Este lienzo se encuentra flanqueado por dos pilastras y coronado por un frontón curvo partido.
La hornacina principal, destinada en origen para albergar la pintura de san Bartolomé a la que ya hemos hecho referencia, fue modificada en la década de 1940 para situar en ella al actual titular de la capilla: Ntro. Padre Jesús. Esta imagen, obra anónima valenciana realizada en 1942, es titular de la Hermandad del mismo nombre, siendo esta una corporación que procesiona por las calles de nuestra ciudad en la noche del martes santo.
La importancia de este retablo, además de por la belleza que presenta todo el conjunto en cuanto a diseño, decoración y proporciones, radica en la fecha de su ejecución: 1643. Esta fecha, aparecida en una reciente restauración, ha hecho que sea considerado como el retablo barroco más antiguo de cuantos podemos encontrar en nuestra provincia.