Anónimo
Madera dorada y policromada
Mediados del siglo XVII
Bibliografía:
VIRAVENS (1876), pág. 214.
Destinado como la mayoría de los retablos alicantinos de mediados del siglo XVII a exhibir lienzos, éste dedicado a San Rafael ofrece una sencilla estructura arquitectónica constituida por un solo cuerpo y una calle, dentro de la cual se dispone un hueco que en un primer momento se reservó para la pintura de San Guillermo, atribuida por Hernández Guardiola a Pedro Orrente, que ha vuelto a ocupar su sitio en esta exposición, espacio que hasta ahora ha estado ocupado por una escultura de San Rafael que ha dado nombre al retablo. La existencia del cuadro de San Guillermo en esta capilla se entiende al conocer que perteneció desde su fundación a D. Guillermo Paulin, quien tenía allí su panteón familiar y era titular de ella. La sustitución del lienzo por la talla se efectuó en el siglo XIX, y de ello parece lamentarse el cronista Viravens cuando en su libro publicado en 1876 señala: “Es ciertamente sensible que no tenga el debido lucimiento el cuadro al óleo de San Guillermo que aparece en el retablo del altar de esta capilla, por interceptarlo el escaparate que se colocó allí en 1851, para venerar una imagen de San Rafael , esculpida entonces por D. Antonio Riudavest”.
Este retablo, concebido como hemos señalado para acoger pinturas, descansa sobre un banco que incorpora figuras coloreadas en relieve. La calle central, que servía originalmente para el lucimiento de la pintura de San Guillermo, intercala en sus extremos sendos pares de columnas, más adelantadas las dos más próximas al centro, y cuyo desarrollo nos resulta familiar: el tercio inferior decorado con talla baja que incluye cabezas infantiles, mientras el resto del fuste está recorrido por estrías. Este modelo de soporte lo encontramos en otros retablos de este mismo templo, lo que hace sospechar que su hasta ahora anónimo autor se ocupó igualmente de la fabricación de algún otro para este mismo templo. El ático se hace para cobijar un lienzo del Calvario de dimensiones relativamente grandes. Los soportes que lo flanquean son en este caso pilastras con adornos de prominente talla, rematado todo ello por un saliente frontón partido de líneas manieristas. Tras su reciente restauración que le ha restituido a su estado primitivo, el retablo ha cobrado con sus brillantes dorados y su original policromía i aspecto inusitado.