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MANOS UNIDAS MÁS DE 50 AÑOS AYUDANDO

En el año 1955, la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) lanzó la Campaña contra el Hambre, y en respuesta a este llamamiento, las mujeres de Acción Católica en España realizaron la I Campaña contra el Hambre en 1959 con un triple objetivo: denunciar el drama humano de los pobres que mueren de hambre; ayudar a la sociedad a tomar conciencia del escándalo del hambre; y reunir recursos para mover a la acción concreta. Desde el inicio, se han adoptado proyectos de lucha contra el subdesarrollo y, progresivamente, se ha concentrado la acción en potenciar a los propios afectados para que sean por sí mismos, como dijo Pablo VI, «agentes responsables de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual» (Populorum Progressio34).
Han pasado más 50 años que han configurado a Manos Unidas como un gran proyecto de personas que han elegido la opción por los pobres como compromiso y el voluntariado como un estilo de vida. Hoy somos muchos los herederos y corresponsables de esta historia. Pero no es ocasión para gestos triunfales. Los más necesitados deben ocupar el lugar preferente en nuestras celebraciones, y nuestra mirada debe centrarse en sus rostros, no como personas incapaces y dependientes, sólo con carencias, sino como sujetos con capacidades y recursos, derechos y deberes, capacitados para salir de su situación, por sí mismos, con la solidaridad activa de los demás.

Los rostros del hambre

El primer Objetivo del Milenio (ODM) persigue erradicar la pobreza extrema y el hambre; y tiene como metas reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores a 1 dólar por día (pobreza extrema) y el porcentaje de personas que padecen hambre.
El hambre castiga a más de novecientos sesenta millones de personas. Los más pobres se concentran, cada vez en mayor medida, en el África subsahariana y en el sur de Asia. Más del 75% de quienes viven con menos de medio dólar al día viven en el África subsahariana, y este porcentaje sigue en aumento.
Manos Unidas reconoce los rostros lastimados y degradados de las personas concretas heridas en su dignidad: niños, jóvenes, indígenas y afroamericanos, campesinos, obreros, subempleados y desempleados, despedidos, marginados y hacinados urbanos, ancianos… Pero hoy, sobre todo, la pobreza tiene rostro de mujer. El informe del PNUD 2008 estima que el 70% de los mil millones de personas más pobres son mujeres. Esa «feminización de la pobreza» no tiene sólo una connotación económica, sino que responde a un proceso y a una tendencia de crecimiento en la proporción de mujeres entre los empobrecidos.

Causas de la pobreza

Identificar las causas de la pobreza y el hambre es condición indispensable para erradicarlas. Los datos disponibles muestran que el hambre se debe no sólo a causas de tipo natural (sequías, plagas, desastres…) sino, sobre todo, a situaciones provocadas por el comportamiento de las personas, que desembocan en un deterioro general de tipo social, económico y humano.
Debemos hablar, por tanto y ante todo, de las causas estructurales, asentadas en un mundo en el que nos hemos acostumbrado a convivir con la injusticia y la desigualdad. Son causas que forman el círculo vicioso de la miseria, el hambre, la enfermedad y las demás amenazas a la vida de los más débiles.
El desafío de reducir la pobreza para acabar con el hambre se cruza con el desafío de acabar con el hambre para erradicar la pobreza; la pobreza y el hambre se alimentan mutuamente. La paradoja es que el mundo produce muchos más alimentos de los necesarios para satisfacer las necesidades de todos sus habitantes. El hambre es un problema evitable. Jacques Diouf, Director de la FAO, reconoce que en el actual desarrollo, la producción agrícola podría alimentar sin problema a 12.000 millones de personas, es decir, el doble de la población mundial actual. Los recursos necesarios para afrontar el problema del hambre son pocos en comparación con los beneficios que produciría invertirlos en esta causa. Cada dólar invertido en la lucha contra el hambre puede multiplicarse por cinco, y hasta por más de 20 veces, en beneficios.

El Evangelio como fundamento

La importancia y la primacía de la dignidad de la persona; el señorío del ser humano sobre las demás cosas, como autor, principio y fin de todo proyecto social, económico, político y cultural; y, en consecuencia, la orientación de todos los bienes para uso de todos los hombres y pueblos, están repetidamente proclamados en la Sagrada Escritura como fundamento de la justicia. Esto nos impulsa a hacer una lectura del escándalo de la pobreza y el hambre desde los fundamentos que inspiran y estimulan nuestro trabajo y desde la experiencia de encar­nación de Manos Unidas en la vida de los empobrecidos, a lo largo de estos cincuenta años.
Todo ser humano debe tener la posibilidad de gozar del bienestar necesario para su pleno desarrollo. Se trata ante todo de un derecho natural, inherente a la persona concreta, a toda persona: y esprioritario respecto a cualquier intervención humana sobre los bienes, a cualquier ordenamiento jurídico de los mismos, a cualquier sistema y método socioeconómico.
Las concepciones materialistas del desarrollo se basan en la idea de que, para hacer al hombre más hombre y elevarse de condiciones inhumanas a condiciones más humanas, basta enriquecerse y perseguir el crecimiento técnico-económico, aumen­tando su capacidad de producir y, sobre todo, de consumir.
El mensaje evangélico ofrece, sin embargo, unafuerza liberadora y promotora de desarrollo, precisamente porque lleva a la conversión del corazón y de la mentalidad, reconociendo la dignidad de cada persona y disponiendo a la solidaridad, al com­promiso y al servicio de los hermanos.
La historia de la Iglesia es, a pesar de sus luces y sus sombras, una historia de compromiso con los pobres. La opción preferencial por los más necesitados es una referencia fundamental para definir el trabajo de Manos Unidas. En consecuencia, el dinero recaudado por Manos Unidas se destina, con criterio prioritario, a aquellas personas que se encuentran en medio de las dificultades insuperables, que tienen cerrado el acceso a los bienes elementales y necesarios para una vida digna propia de quien ha sido creado a imagen y semejanza de Dios1.
Los hombres y mujeres de Manos Unidas, junto a creyentes y no creyentes, trabajamos por la defensa, respeto y promoción de los derechos humanos de cada persona por el simple hecho de ser hijo de Dios. Las exigencias de justicia y solidaridad nos vinculan a todos los pueblos.
La Jornada Nacional de Manos Unidas, que se celebra el segundo domingo de febrero con una colecta en todas las parroquias de España, precedida de la jornada de Ayuno Voluntario, es un signo de la comunión de las Iglesias del Norte con las Iglesias hermanas del Sur, siguiendo la experiencia de las primeras comunidades de poner en común sus bienes y de socorrer con ayudas personales y materiales a las comunidades necesitadas2.
Las Delegaciones de Manos Unidas pueden ser, en el seno de la Iglesia diocesana, la referencia del compromiso de los católicos y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad con los hermanos del Sur. La peculiaridad de Manos Unidas, como asociación de ámbito nacional, por un lado, y los destinatarios de su misión en los pueblos hermanos de África, Asia, Oceanía y América, por otro, es ser un signo visible y eficaz de la universalidad de la Iglesia. A través de Manos Unidas, la Iglesia local responde a las exigencias universales de justicia y solidaridad, reclamadas por el grito de los pobres del mundo entero, y realiza su propia vocación «a vivir en comunión con las comunidades cristianas de la Iglesia Universal» .

Derecho a la alimentación, derecho inviolable

El objetivo de erradicar el hambre y la pobreza y contar con una alimentación sana y suficiente, requiere métodos y acciones específicas, que conllevan beneficiarse de los resultados de la ciencia, de la investigación y de las tecnologías; tener en cuenta el ritmo de la naturaleza conocido por los habitantes de zonas rurales, así como proteger los usos tradicionales de las comunidades indígenas, dejando a un lado razones egoístas y exclusivamente económicas.
El derecho a la alimentación, cuya garantía reside en la asistencia de emergencia, la seguridad alimentaria y la soberanía alimentaria, es un derecho fundamental porque está fundado en el derecho a la vida en condiciones dignas. Los gobiernos deben hacer lo posible para asegurar a la población el acceso físico y económico a los alimentos suficientes ¡nocuos y nutritivos para mantener una vida sana y activa. Muchos Estados tienen programas relacionados con la alimentación pero sólo unos pocos establecen claramente el derecho a la alimentación adecuada.

Valores solidarios para erradicar el hambre

Si optamos por combatir el hambre y erradicar la pobreza por la vía de la soberanía alimentaria, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos, tendremos que dar un giro radical a las políticas económicas y a las estrategias de desarroIlo. En definitiva, combatir la pobreza con otra manera de hacer economía: tenemos en cuenta todos los frentes abiertos en la lucha contra la pobreza y el hambre, pero la economía con solidaridad es la solución.
En orden a lograr este objetivo optamos por valores coherentes con la primacía de la dignidad de las personas: la solidaridad, la primacía de las necesidades humanas, el consumo dirigido a las necesidades, las instituciones y mecanismos económicos al servicio de la economía solidaria, la toma de decisiones generosa con las generaciones futuras y tiempo dedicado al trabajo, la familia y uno mismo.
Los valores anteriores son esenciales para responder, des­de la economía, a las verdaderas necesidades humanas. Para lograrlo, necesitamos un cambio de las personas y de la sociedad. Manos Unidas, desde las plataformas en las que participa (CIDSE, CONGOE…), debe instar a los mandatarios nacionales y mundiales a que centren sus esfuerzos en asumir compromisos concretos y más eficaces en cuanto a prioridades, plazos y financiación en la lucha contra la pobreza y en favor del desarrollo sostenible.

Un trabajo aún necesario

Combatir el hambre es el objetivo de las campañas que Manos Unidas viene realizando, desde hace 50 años, en la sociedad española, en orden a incidir positivamente en los países del Sur y a cambiar el estilo de vida actual de muchas personas, algo que exige una mística de servicio y una espiritualidad de comunión.
Somos conscientes de que nuestra opción por los pobres contra la pobreza nos exige denunciar las estructuras generadoras de injusticias, ir a las causas de las condiciones de vida inhumana de los pobres del Sur; y a la vez anunciar y promover, a través de los proyectos de desarrollo, la justicia que merecen por el hecho de ser personas.
Por eso, la Campaña de Manos Unidas sigue siendo necesaria, porque sigue siendo apremiante el problema del hambre y necesaria la respuesta de todos, que no consiste sólo en luchar contra los múltiples tentáculos del hambre, sino también en investigar y dar a conocer las raíces, las condiciones y, en definitiva, las estructuras de pecado que generan todas las situaciones de injusticia.

1 Cf Juan Pablo II: Sollicitudo rei socialis, 42.
2 Cf Hch 4,32-37; Hch 12, 28-30; Rom 15. 25-30; 2 Cor 8 y 9.

Fuente: manosunidas.org

By Published On: 3 febrero, 2014Categories: ACTUALIDAD DE LA CONCATEDRALTags: ,